Ante el aumento
del número de accidentes en el hogar y el desconocimiento de cuántos de estos
son producto de violencia intrafamiliar resulta de gran importancia el poder
identificar aquellas señales más sutiles de la violencia doméstica, registrar
estos casos y responder adecuadamente a las necesidades de las víctimas. Este
es uno de los objetivos básicos en la atención a la violencia intrafamiliar,
dado que es un problema delicado del que casi nadie habla, ni siquiera las
víctimas y los profesionales de la salud resultan con impericia para poder
identificar y manejar la problemática lo que nos lleva a pensar mejorar la
capacitación en esta área tan hostil y conducirnos a la imperiosa necesidad en
donde nuestras unidades médicas en consulta externa y urgencias sean clave para
la prevención y control, siendo el sector salud, las únicas instituciones que
tienen contacto con todas las mujeres en algún momento dado de la vida, más que
tipificar la violencia domestica como un delito por el que se debe sancionar, resulta
necesario el poder identificar el acto(s), motivo(s) la victima(s) y el o (los)
agresor(es) a fin de dar una atención oportuna a la derechohabiencia.
Estudios
realizados en América Latina y otras regiones del mundo han mostrado que la
violencia doméstica es una amenaza importante contra la salud y el bienestar de
las mujeres. Sin embargo, es básicamente a partir de la convención de Belém do
Pará (Comité de América latina y el caribe para la defensa de los derechos de
la mujer, 1994), que varios países latinoamericanos identificaron esta amenaza
y han llevado a cabo acciones para tipificar la violencia domestica como un
delito por el que se debe sancionar al agresor. En México, el Gobierno del
Distrito Federal promulgo, en 1996, la ley de Asistencia y Prevención de la
“Violencia Intrafamiliar”, mientras que el Gobierno Federal aprobó las reformas
a los Códigos Civil y Penal de la Republica Mexicana en 1997. Estas acciones
reconocen la violencia dentro de estas familias como un problema público y son
un primer paso para su prevención y control. La violencia domestica es un
problema delicado en el que casi nadie habla, ni siquiera las víctimas. Los
servicios de salud son un punto clave para su prevención y control, siendo las
únicas instituciones que tienen contacto con todas las mujeres en algún momento
de su vida. Tan es así que a finales de 1997, el Director General de la
“Organización Mundial de la Salud” (OMS) emitió una declaración en donde
exhorta a que se capacite a los y las profesionales de la salud para que
reconozcan las señales más sutiles de la violencia
doméstica, registren estos casos y respondan adecuadamente a las
necesidades de las víctimas.
De acuerdo con la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada 18 segundos una mujer es
maltratada en el mundo, mientras que en el Estado de México 54 de cada 100
mujeres son víctimas de algún tipo de violencia inflingida por su pareja
(ENDIREH, 2006).
En Ciudad
Nezahualcóyotl se encontró que 33% de 342 mujeres, alguna vez casadas o en
unión libre de 15 años o mayores, había vivido una relación violenta; de las
mujeres violentadas el 76% psicológicamente, 66% había sufrido violencia física
y 21% sexual (Shrader y Valdez, 1992, en Heise et al., 1994).
En un estudio en
el Sur de la Ciudad de México encontró que el 38.4% de 544 mujeres que vivían
con su esposo o compañero, había sufrido algún tipo de violencia. El mismo
estudio reporto que los actos y amenazas de violencia estaban
significativamente asociados con el uso de alcohol y los celos por parte del
hombre (Natera, Tiburcio y Villatoro, 1997). En el Estado de México al
comparecer ante la Cámara de Diputados la titulad del DIF en el Estado reportó
que en el 2008, 46mil 695 casos de maltrato (2009).
Las lesiones por
accidentes son responsables de grandes pérdidas para la economía de los países,
de descalabros importantes para los individuos lesionados en estos eventos y de
serias amenazas para la vida familiar.
En México se
otorgaron en el año 2000, más de tres millones de consultas por accidentes, el
43% de los accidentes en el ISSEMYM, corresponden a accidentes en el hogar. Los
costos generados por la atención de los lesionados en accidentes repercuten
negativamente en la economía.
El Artículo 4
constitucional otorga a toda persona el derecho a la protección de la salud. La
fracción sexta, apartado “D” del Artículo 20 constitucional prevé que la
victima de cualquier delito tiene, entre otros derechos, solicitar las medidas
y providencias que prevea la ley para garantizar su seguridad y auxilio. El
Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 señala el compromiso de lograr la
cobertura universal de salud, avanzar en la equidad y en el mejoramiento de la
calidad de los servicios, por lo que para el futuro, es necesario hacer cambios
en el Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios, que
facilite el trabajo en equipo multidiciplinario, responsable de ejercer
acciones congruentes que marquen las estrategias de cómo organizar
programas de atención integral para personas que sufren de algún tipo de
violencia intrafamiliar. Estos profesionales de la salud deben ser personas de
diferentes disciplinas comprometidas con el desarrollo de los programas en
materia de prevención y rehabilitación biopsicosocial, basados en el
diagnostico integral que indique el tratamiento a realizar durante el proceso
de rehabilitación buscando con esto una atención oportuna y adecuada, que
favorezca su integración basada en el respeto y garantice el ejercicio de sus
derechos e igualdad de oportunidades a los integrantes de la familia.
El ISSEMYM, cuenta
con una población de derechohabientes de 910, 992 a Diciembre del 2008, de los
cuales se han registrado un total de accidentes de 38,148; el 53% corresponden
al sexo masculino y 47% al femenino, de estos 40% son accidentes que se
presentan en el hogar lo que significa que continúa siendo la primera causa de
presentación de accidentes por lugar de ocurrencia.
La literatura
refiere que los grupos de riesgo de mayor impacto de sufrir violencia domestica
es la mujer, los menores de cinco años y adultos mayores de 65 y más; de ahí la
importancia de identificar la violencia intrafamiliar en la población
derechohabiente de nuestro Instituto; disminuyendo así, las posibles
consecuencias resultantes por sufrir accidentes, que hoy en día se sabe que el
82% corresponde a contusiones, luxaciones y heridas.
VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Violencia
“La Violencia, es
un acto social y, en la mayoría de los casos, un comportamiento aprendido en un
contexto perneado por inequidades sociales basadas en el género, la edad la
raza etc., con imágenes de violencia y fuerza física como la manera
prevaleciente de resolver conflictos” (Hoff, 1994, p.5).
La violencia es
una conducta aprendida que surge a raíz de inequidades sociales, e implica el
uso de la fuerza para causar un daño físico, sexual, psicológico o sexual a
quien la recibe. Se plantea que puede ser un acto u omisión intencional, ya que
esta dirigida a alguien con el objetivo de dominar o controlar a esta persona.
Sexo
Características
genéticas, fisiológicas, biológicas y anatómicas que indican si una persona es
hombre o mujer.
Género
Se refiere a los
roles y responsabilidades determinadas socialmente. El género se relaciona con
la manera en que somos percibidos y en cómo es esperado que pensemos y actuemos
como hombres o como mujeres según el contexto social. El enfoque de género aborda
específicamente las desigualdades de poder entre hombres y mujeres y distingue
diversas formas de violencia entre ambos.
Violencia de
género
Concepto básico
para la comprensión de los actos de violencia que se ejercen contra las mujeres
en diferentes ámbitos de su vida. Lo que la distingue de otras formas de
violencia es que se refiere a todo el abuso que las mujeres y las niñas reciben
por el simple hecho de pertenecer al sexo femenino.
Violencia
contra la mujer
“Cualquier acto de
fuerza física o verbal, coerción o privación que atenta contra la vida,
dirigido hacia una mujer o una niña, que cause daño físico y psicológico,
humillación o privación arbitraria de la libertad y que perpetúe la
subordinación femenina” (Heise, Pitanguy y Germain, 1984).
En el caso
especifico de la violencia contra la mujer, se propone que el abuso conlleva la
intención de mantener el poder y control masculino, reforzando la subordinación
femenina.
Violencia conyugal
“Es todo acto u
omisión que tiene la intención de controlar y/o someter; y que resulte en daño
de la integridad física, emocional, sexual o económica, utilizada contra las
mujeres adolescentes o adultas por su pareja actual o anterior”.
(Ellsberg, Arcas,
Montenegro, Norori y Quintanilla, 1998).
Violencia familiar
Por violencia
familiar se entiende el “uso de la fuerza física o moral, así como las
omisiones graves que de manera reiterada ejerza un miembro de la familia en
contra de otro integrante de la misma, que atenta contra su integridad física,
psíquica o ambas, independientemente de que pueda producir o no lesiones;
siempre y cuando el agresor y agredido habiten en el mismo domicilio y exista
una relación de parentesco, matrimonio o concubinato” (Diario oficial de la
federación, 30 de Diciembre de 1997).
Violencia
intrafamiliar
“Acto de poder u
omisión recurrente, intencional y cíclico dirigido a dominar, someter,
controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a cualquier
miembro de la familia dentro o fuera del domicilio familiar, que tenga alguna
relación de parentesco por consanguinidad, tenga o lo hayan tenido por afinidad
civil; matrimonio, concubinato o mantenga una relación de hecho y que tiene por
efecto causar daño”, y que puede ser de cualquiera de las siguientes clases:
Maltrato
físico. Todo acto de agresión intencional repetitivo, en el que se utilice
alguna parte de el cuerpo, algún objeto, arma o sustancia para sujetar
inmovilizar o causar daño a la integridad física de su contraparte, encaminado
hacia su sometimiento y control.
Maltrato
psicoemocional. El patrón de conducta consiste en actos u omisiones
repetitivos, cuyas formas de expresión pueden ser prohibiciones, coacciones,
condicionamientos, intimidaciones, amenazas actitudes devaluatorias, de
abandono y que provoquen en quien las recibe, deterioro, disminución o
afectación a la estructura de su personalidad.
Maltrato
sexual. El patrón de conducta consiste en actos u omisiones repetitivos,
cuyas formas de expresión pueden ser: “la negación de las necesidades
sexoafectivas, la inducción a la realización de practicas sexuales no deseadas
o que generen dolor, practicar la celotipia para el control, manipulación o
dominio de la pareja y que generen daño…” (Diario oficial de la federación 9 de
Julio ,1996).
El maltrato hacia la mujer en la relación de parejas, es una de las
formas más comunes de violencia intrafamiliar junto con el maltrato que reciben
niños, niñas, personas ancianas y discapacitadas.
Violencia
doméstica
Es la relación
existente entre violencia y desequilibrio de poder básicas para la comprensión
de la violencia doméstica ya que implica la existencia de un “superior” y un
“inferior” en la forma de roles complementarios: hombre/mujer, padre/hijo(a),
maestro(a)/alumno(a), médico(a)/enfermero(a); es decir, la existencia de
jerarquías en las relaciones interpersonales, fomenta el ejercicio de la
violencia de una persona con mayor poder o fuerza, hacia otra persona con menor
poder o fuerza. Por esto se considera que la violencia siempre es sinónimo de
un abuso de poder. (Corsi, 1994).
Como en todo grupo
humano, en la familia podemos encontrar intereses en común o diferencias,
necesidades distintas entre cada uno de sus miembros; la familia no está exenta
de pasar por dificultades y problemas de cualquier clase, como económicos,
escolares, familiares o de malos entendidos, el conflicto es parte de las
relaciones humanas, en nuestra sociedad prevalece una imagen idealizada de la
familia, se le percibe como un núcleo básico e indivisible (madre, padre, hijos
e hijas) que conviven en armonía y amor, imagen que contrasta con la realidad
de un espacio en el que se expresa todo tipo de relación: amor, conflicto,
colaboración, violación a los derechos humanos etc. La experiencia muestra que
es justamente en el ámbito familiar donde se registra la mayor cantidad de
eventos de violencia contra los niños y las niñas.
Heise (1998), menciona
que “el dominio de los hombres sobre las mujeres es la base para cualquier
teoría realista de la violencia”.
Heise, revisó
muchos estudios empíricos para determinar qué variables están relacionadas a la
violencia física y sexual contra la mujer, y concluyó que existen diversos
factores de riesgo. A partir de esta información, utilizó un modelo ecológico
que le permitió clasificar estos factores de riesgo como provenientes de cuatro
niveles de influencia:
1. Factores de
la Influencia Personal.
Entre los factores
individuales que pueden aumentar la probabilidad de que un hombre sea violento
están: haber presenciado situaciones de violencia domestica y/o haber padecido
abuso de niño, ya sea física o sexualmente. Sin embargo, es importante aclarar
que no todos los hombres que abusan de la mujer fueron testigos de agresiones
ni fueron agredidos de niños. Una investigación realizada por Caesar (1988,
Heise, 1998), encontró que 38% de los hombres violentos de su muestra, nunca
estuvo expuesto a la violencia en la niñez; un posible tercer factor es haber
tenido un padre
ausente o desdeñoso, pero su valor predictivo no es tan claro. En
relación con las mujeres, el único factor de riesgo relacionado con ser victima
de violencia de una pareja masculina, es el hecho de haber presenciado
violencia entre los padres o tutores en la niñez.
2. Factores del
Microsistema.
Para el hombre
violento y su pareja, el microcosmos más inmediato es la familia, la cual
generalmente es el lugar y el contexto de los episodios de abuso. Los factores
de riesgo relacionados con este microsistema tienen que ver con la estructura
de la familia tradicional – patriarcal, como el dominio masculino en la familia
y el control de la riqueza familiar por parte de el hombre. Otras variables que
aumentan el riesgo de la violencia, tienen que ver con los conflictos
frecuentes en torno a la división de tareas, al consumo de alcohol por parte
del marido y al hecho de que la mujer tenga una mayor escolaridad que el
hombre. Esto parece confirmar que el riesgo de violencia tiene que ver con un
desequilibrio en la estructura de poder de la familia. Además, existe una
asociación entre el consumo de alcohol y la violencia física y sexual. Sin
embargo, la forma en que el alcohol aumenta el riesgo de violencia no está
clara, ya que no todos los hombres alcoholicos son violentos.
3. Factores del
Ecosistema.
Los factores de
riesgo en el ámbito de estructuras sociales son el desempleo o bajo nivel
socioeconómico; el aislamiento de la mujer de amigos(as), vecinos(as) y de la
familia; la asociación del agresor con delincuentes a quienes tiene que
demostrar su capacidad de agresión sexual para que lo tengan en alta estima.
Aunque no esta
claro, de que manera se relaciona el nivel socioeconómico bajo con el mayor
riesgo de violencia: se piensa que la pobreza genera stress, frustración y un
sentimiento de inadecuación en algunos hombres que no pueden cumplir con el
papel de proveedores que se espera de ellos. Es posible que la pobreza sea
generadora de desacuerdos matrimoniales y/o que dificulte que las mujeres de
escasos recursos dejen las relaciones violentas e insatisfactorias.
En cuanto al
aislamiento de la mujer “Causa y consecuencia de la violencia doméstica”, es de
interés señalar que las sociedades en las que la familia y la comunidad sienten
la obligación y el derecho de intervenir en asuntos familiares de carácter
“Privado”, tienen índices de violencia menores a los de las sociedades con
culturas que consideran que lo que pasa entre la pareja no tiene por que ser
del escrutinio público.
4. Factores del
Microsistema.
Se refiere a un
conjunto de valores y creencias de las personas que incluye; la noción que
establece que “Un verdadero hombre” es dominante, rudo y mantiene el honor;
roles
de género rígidos y definidos según los cuales la mujer debe ser pasiva y
sumisa y el hombre controlador y agresivo; la sensación de que se tiene el
derecho de propiedad sobre la mujer; la aceptación social del castigo físico
hacia las mujeres y la ética cultural que acepta la violencia como una forma de
solucionar los desacuerdos.
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