Todos pasamos por
las mismas etapas a la hora de realizar el cambio (Prochaska y DiClemente,
1982), las cuales son: precontemplación, contemplación, determinación, acción,
mantenimiento y recaída. Una descripción coloquial de las diferentes fases del
proceso podría ser:
Precontemplación:
La persona no tiene todavía ni idea de que tiene un
problema, y menos aún de que va a tener que intentar resolverlo. Como para ir a
ver a un terapeuta. La persona sabe que tiene un problema, pero no es
consciente de él.
Contemplación: Un importante avance. Ya sabe que tiene un problema, ya es
consciente de él, pero se dice que está ambivalente: Considera y rechaza el
cambio a la vez. Tan a la vez que tan pronto habla de las razones para cambiar
como para quedarse como está.
Determinación: Un "fugaz"
momento en el que se ilumina la bombillita y resuelve la ambivalencia por el
lado del cambio. Se decide a hacer algo, que no es lo mismo que hacerlo de
verdad.
Acción: Aquí ya está decidido a cambiar y da los pasos necesarios en esa
dirección. Cuando la persona llega a la fase de acción y da los pasos para
producir un cambio puede hacer dos cosas: Recaer o mantenerse. Estas son,
obviamente, las dos fases que faltan.
Mantenimiento: Se esfuerza por no perder lo que ha conseguido en la fase de acción.
Supone un trabajo considerable, porque la tarea fundamental es prevenir la
recaída.
Recaída: Cuando no mantiene los logros conseguidos. ¿Qué pasa? Pues que se
vuelve a iniciar la rueda, probablemente desde la fase de contemplación.
Brown (1997),
explica en su modelo que las recaídas son una parte normal del proceso en el
que una mujer puede separarse y regresar con su agresor en numerosas ocasiones
como una manera de probarse a sí misma en condiciones de independencia. Este
punto es importante ya que tanto el personal de salud como familiares de la
mujer maltratada pueden sentirse frustrados(as) y negarle ayuda, si ella decide
regresar con su pareja. Por otro lado Brown, ha notado que aún permaneciendo en
la relación, la mujer puede lograr cambios, siempre y cuando reciba el apoyo
necesario.
EL
PAPEL DEL PERSONAL DE SALUD.
El presente
programa tiene la finalidad de combatir la violencia intrafamiliar.
Este “Silencio
Social” en el que pareciera haber un acuerdo tácito entre las mujeres
violentadas y el resto de la sociedad para no hablar del tema, que se
manifiesta en el ámbito de la salud de tres maneras:
1.- Que la
paciente sea incapaz o reticente para pedir ayuda médica.
2.- Que le oculte
información al personal de salud.
3.- Que el
personal de salud no haga preguntas relacionadas con el problema.
La mujer
maltratada no siempre logra emprender el camino a la recuperación por si misma,
es necesario que el personal de salud comprenda la importancia de su
intervención y rompa con el silencio social. Por otro lado, se pretende se
reconozca el problema de la violencia como un problema de salud pública y que se
den cuenta de que dichos espacios son ideales para la detección de estos casos,
ya que tarde o
temprano las mujeres acuden a consulta por una u otra razón. Por
otro lado, se busca que el registro adecuado de casos de violencia sirva para
demostrar a las autoridades gubernamentales la magnitud del problema y que se
tomen acciones al respecto. Por último, consideramos que el verdadero valor de
la asistencia reside en el impacto que tendrá en la calidad de vida de las
víctimas.
FACTORES
QUE OBSTACULIZAN LA ATENCIÓN INTEGRAL DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Desconocimiento de la violencia familiar como un grave problema de
salud pública.
No se le da la importancia que tiene en el sector salud en la
detección, seguimiento, vigilancia y prevención de la violencia familiar.
Sobre carga en la demanda en los servicios de salud por la escasez
de tiempo para escuchar a la mujer.
Temor de los
prestadores de servicios de salud a ser confrontadas por los agresores y/o
temor a declarar en instancias judiciales.
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